Déjame que te cuente un cuento, o dos…
Acuarela: Noël Dominguez-Truchot
“Déjame que te cuente un cuento, o dos… el de la pena que llevo dentro y el de cómo me invento otro para vivir en paz con lo que estoy viendo.
Según el científico Francés Jean Pierre Garnier-Malet, Físico autor de la teoría del desdoblamiento del espacio y del tiempo, las personas podemos estar a la vez en el TIEMPO REAL y en el CUÁNTICO; un tiempo imperceptible con varios estados potenciales. El doble, como lo llama Garnier, viaja a todas las opciones posibles y memoriza la mejor. Mientras dormimos podemos intercambiar información con esa parte de nosotros que sabe más porque ya conoce todos los futuros posibles. El proceso es algo así como entregar a tu doble lo que te preocupa y entrar en benevolencia hasta quedarte dormido.
Dice Garnier que no puedes ser benevolente hacia el mundo, que eso no significa nada. Hay que ser benevolente con las personas que llegan a tu mente…”
Por María Malo
El post sigue y es precioso, aquí os dejo el enlace por si os apetece leerlo:
Es bello hasta la última frase. En realidad, incluso me gusta más el final que el principio, pero lo que sigue es tan perfecto que no tenía nada que añadir.
Sin embargo, este tema sobre el científico Jean Pierre Garnier-Malet, era algo que quería compartir el mes pasado.
Me ronda en la mente una frase suya que me está cambiando la vida… más que cambiándola la está transformando, diría, porque no hay vuelta atrás. Descubro cada día infinidades de aplicaciones. No dejo de aprender y profundizar.
Este científico tiene una teoría sobre la benevolencia. Dice que lo hemos entendido todo al revés:
En vez de “no hagas a otro lo que no quieres que te hagan y piensa lo que quieras”, como nos han enseñado, es: “no pienses de otros lo que no quieres que piensen de ti y, (desde ahí,) haz lo que quieras…)
Me ha hecho un “clic” abismal. Una sensación de profunda coherencia.
Es una labor minuciosa la de observar cada uno de mis pensamientos a cerca de cualquier persona (la que llegue a mi mente) y darme cuenta del grado de “benevolencia” que hay en cada uno de esos pensamientos. Me hago constantemente la pregunta… ¿cómo me sentiría si pensaran así de mí?
Según el científico, el ejercicio es abrazar el pensamiento y deshacer la creencia que lo sustenta hasta conseguir que el siguiente pensamiento sea tal que, si la persona tuviese el don de la telepatía y entrara en mi mente, se sintiera en paz, comprendida…
Brutal.
Llevo dos años “limpiando” mi mente y todavía me salen pensamientos para abrazar y soltar, del tipo, “no debería haber hecho esto o dicho esto, debería haber hecho esto y lo otro, y el rencor o desprecio consiguiente, a veces descarado y otras, sutil, latente casi imperceptible pero ahí, como una semillita deseando ser alimentada con más de ello…
“No juzgar, no suponer, no comparar, no interpretar…” nos lo han dicho de todas las maneras… desde los grandes sabios e iluminados, avatares y profetas, hasta la ruandesa encerrada en un aseo con seis otras, tres meses escuchando como asesinaban a sus familias y las buscaban del otro lado de la delgada puerta. La salvó de la locura ese gran trabajo interno de benevolencia, entiendo ahora.
Debemos aprender a pensar dice Jean-Pierre Garnier Malet. Pensar bien.
¿Cómo una cosa tan sencilla puede resultarnos tan complicada?
Pensar bien. No por bueno, no par santo, sino por práctico, por sencillo,
Pensar bien por el bien de todos, por lucidez, por evidencia, por humildad.
Pensar bien, sin rechazar nada … ni siquiera el mismo rechazo, que también es parte de todo.
Pensar bien, como integración y madurez del todo dentro del todo.
No se puede amar la vida con sus personas maravillosas sin integrar al asesino.
El ser humano es maravilloso y malvado a la vez. En la vida hay nacimiento y muerte.
A veces toca la lotería y otras veces una pérdida.
Esa es la vida. Lo otro es: “lo que me gustaría” y que muchas veces poco tiene que ver con la vida.
Todo viene con algo que “no me gusta, o me gusta menos”.
Se trata siempre de integrar e incluir y no de discriminar y separar.
No busco rechazar mi parte crítica y acusadora, toca integrarla e incluirla ella también. Mas bien alimento mi parte comprensiva e integradora. Está ahí. Todos la tenemos. Basta recurrir a ella, instalarse en ella, mirarlo todo desde ahí, incluso la condena.
Sonreír. Sostenerse.
Y ante todo, nunca “creerse” el argumento racional rotundo, “tengo razón”.
Así que vigilo mis pensamientos, alimento los que, si el otro tuviera capacidad de leer mi mente, permitirían que se sintiera en paz, satisfecho, comprendido, y aceptado… Observo los otros y sonrío. Están ahí, son parte también. Tengo la posibilidad a cada instante de no darles ningún crédito. ¡Y esa es una libertad maravillosa y la ejerzo con gusto, responsabilidad y consciencia… y a veces mucho tedio y resistencia!!!
Gracias,
Alíx